Cuando respiramos, con cada inspiración llega aire fresco a los alvéolos que es la parte de los pulmones en donde se lleva a efecto el intercambio de gases entre el oxígeno, necesario para efectuar los procesos que generarán energía y el bióxido de carbono, que es el residuo de los procesos de elaboración de la misma. Los glóbulos rojos se encargan de transportar a todas las células el oxígeno que es fundamental, ya que mediante una serie de reacciones químicas transforma los nutrientes en energía y el dióxido de carbono se elimina.
Con cada inspiración la cantidad de oxígeno aumenta y con ello la presión del mismo se eleva incluso es posible medirla con equipos especialmente elaborados para para este fin (pulsoxímetros). Cuando hay una disminución en la entrada de aire a los alvéolos se produce una deficiencia en la renovación de aire; en la práctica médica observamos estos procesos en enfermedades que causan depresión de los centros respiratorios, padecimientos del sistema nervioso central, obesidad mórbida, obstrucción de tráquea y laringe; y en general en los procesos que limitan la respiración y la hacen menos efectiva.
