Hay evidencia de las presencia de neumonías desde tiempos remotos. En el antiguo Egipto las infecciones del tracto respiratorio, bronquios, tráquea y pulmones se trataban bastante bien con el empleo de brebajes de plantas, sahumerios e inhalaciones realizadas con una técnica adecuada, a pesar de que no tenían tantos conocimientos sobre el funcionamiento del pulmón. Se han descrito también cuadros que no son neumonías (pulmonías) cuyo tratamiento sin antibióticos no daba buena perspectivas de sanación para al menos 70% de casos, aunque existía la posibilidad de que los pacientes más fuertes y con buenas defensas pudieran sobrevivir. Entre los aztecas el dios Tláloc, señor de la lluvia, producía enfriamientos, catarros, neumonías y reumatismos.
En el siglo V a.C. en Grecia, Hipócrates ya diagnosticaba estas dolencias, cuya causa no fue conocida hasta que aparecieron los microscopios y se pudo observar así como conocer su agente causal en el siglo XIX, gracias a pasteur. El tratamiento de esta enfermedad continuó siendo una incógnita hasta la aparición de los antibióticos que disminuyeron la mortalidad que causaba.