Siete de cada 10 menores de cinco años hospitalizados a causa de una infección respiratoria grave o incluso con neumonía tienen como antecedentes que sus padres son fumadores. Aunque no enciendan el cigarro dentro de la casa ni delante de su hijos, el cabello, la ropa y la piel del adulto están impregnados de moléculas de alquitrán, nicotina y otras sustancias tóxicas del tabaco. Cuando abrazan y besan a los niños o simplemente pasan cerca de ellos, los pequeños no respiran el humo, sino hollin, que es peor.
Con esos antecedentes, en época invernal son más susceptibles a las complicaciones de la enfermedad respiratoria. Empiezan con catarro y tos y terminan con neumonía. Lamentablemente los papás fumadores comprenden que además del daño que se causan a sí mismos con esa adicción, también perjudican a las personas que están a su alrededor, principalmente los niños, que son seres en crecimiento y sus sistema de defensa aún no han madurado.
