En ese año desaparece el corsé, nacen los trajes de baño de una sola pieza, los vestidos se despegan de la silueta femenina y las faldas sueltas y plisadas con largos hasta la rodillas eran más deseadas, relegando a un segundo plano los patrones hasta los tobillos. Coco Chanel se encargó de incorporar al armario femenino trajes de chaqueta y falda que otorgaban movimiento a la mujer. Por la noche patrones rectos, uñas decoradas y cortes a la cadera sobre fabulosos y ricos tejidos que desprendían brillo y luz. En esta desfachatada década causaron furor los vestidos sueltos, de cortes rectos con largo a la rodilla, los collares de perlas, detalles art deco, los flecos, los volantes y las lentejuelas, todo un mundo de fantasía que bien recreó el escritor Francis Scott Fiizgerald en El gran Gastsby. No vela que refleja la alta sociedad estadounidense y sus grandiosas fiestas, en las que el diseño, el glamour y el jazz eran los pilares.